La semana pasada se produjo el lanzamiento de Xbox One en Japón. Era muy previsible que en ese mercado no obtendría éxito y que sería una videoconsola marginada desde sus inicios. Hay varias lecturas que hacer sobre el mercado actual de las videoconsolas domésticas en Japón.
Es un mercado muy cerrado que en ese ámbito tira mucho a su patria. Si el hardware «consolero» no es de Japón ya apenas suele crear expectación. A esto hay que sumarle la decadencia brutal de los estudios japoneses. Antaño Capcom, Konami, Square-Enix… tenían un flujo constante de videojuegos de cosecha japonesa y que además estaban a la vanguardia del panorama videojueguil. Actualmente estas compañías están en declive, les cuesta horrores sacar AAA’s que luzcan como deben en las plataformas actuales. Es por esto que el sector de las videoconsolas domésticas triunfa mucho más en Occidente, entre que el consumidor es mucho más abierto y que los estudios occidentales están demostrando un nivel soberbio, la balanza está muy inclinada a su favor.
Japón no es ni por asomo -en la actualidad- un mercado relevante para las videoconsolas domésticas, de hecho ni lo es para las de su propia nación. En materia de videojuegos las desarrolladores niponas prefieren sacar sus productos en portátiles (3DS más que nada) y móviles, de ahí que el consumidor japonés apoye mucho más el mercado portátil en detrimento del doméstico.
Xbox One se puso a la venta el 4 de Septiembre en Japón, cerró la semana con 23.562 de videoconsolas vendidas. El pack con Kinect y Titanfall es el que más atrajo a los jugadores que decidieron ir a por una Xbox One, pues Titanfall vendió 22.416 unidades, mientras que Kinect Sports Rivals (exclusivo de Kinect) llegó casi a las 15K copias vendidas.
Con estos datos, es de esperar que las ventas de Xbox One en Japón vayan de capa caída desde esta misma semana, y así seguirá hasta que saquen un JRPG exclusivo o Scalebound.
